Aproximadamente a 11 kilómetros de la ‘Sultana de los Andes’, en un recorrido por el verde de las montañas nos encontramos con la historia de lucha y perseverancia de Gonzalo Tuquinga, que vive en el barrio El Recreo, para quien madrugar es parte de su día a día. ‘Chalo’ es un hombre carismático y el sustento de su hogar, dedicándose a la fabricación de ladrillos en la ‘Señora del Agro’, Chambo, manteniendo un legado familiar que lleva ya cerca de 30 años pero que, además, desde otrora forma parte de las principales actividades económicas del cantón, junto con la agricultura. Un legado que es su sustento

A saber. Entre los ladrillos apilados, Gonzalo siempre sonríe y, muy atento, camina entusiasmado, haciendo un recorrido por el lugar en el que desarrolla a diario, o sea en donde se fabrican los ladrillos, anotando sobre el proceso: “mezclamos la tierra para su elaboración” -empieza relatando-, tierra blanca, tierra negra, aserrín y agua, son las principales materias primas que se coloca dentro de una máquina mezcladora de elementos y forma el barro, mezcla que, posteriormente, se lleva hasta el lugar donde están los moldes en los que se acomoda la consistencia y se deja que tomen la forma habitual, la correcta.
Procedimiento. Gonzalo dice que “el clima juega un rol muy importante en esta actividad”, ya que los moldes los deja por un proceso de secado natural cuando están listos, “duros”, debemos apilarlos para que continúen con las demás fases y, sin lugar a dudas, para el hombre llega la parte que más disfruta, que es meter los bloques en el gran horno que, además, está hecho de ladrillos; asimismo, todo este trabajo lo hace acompañado de un equipo en el que cada uno conoce su respectiva función.
Horno. Las personas que trabajan con Gonzalo son hombres y mujeres de no más de treinta años, ellos empiezan a llevar los bloques y a acomodarlos en el interior del horno, en esta fase alrededor de ocho días permanecen en el interior hasta que tomen el color que habitualmente conocemos como “ladrillo”, siendo muy importante que estén pendientes de colocar leña para que siga calientito, como lo dijo un ayudante.
Detalles. “Cada semana se hacen aproximadamente ocho mil ladrillos, pero representa un trabajo que casi se lleva todo el día, por eso empezamos desde bien temprano a trabajar”, puntalizó enfático Tuquinga, que también manifestó que el precio de los mil ladrillos es de ochenta dólares, e invitó a la ciudadanía a que visiten su fábrica y aprecien su labor.