UN PAÍS EN CONVULSIÓN IV
La ira popular, el odio de clases, enredados en el ancestral desprecio racial, hacen de este país un cóctel explosivo que comenzó como una rebelión sorda y descentralizada; pero que están conduciendo la convulsión a hechos desde los cuales, será muy difícil retornar. Está la represión militar de los ciudadanos del mismo país, que, amparados en inmunidad persiguen sin cuartel en comunidades y calles a gente en paro, sin distingo de transeúntes, familiares, menores y mayores.
La protesta es un derecho de los pueblos, amparada no solo en la naturaleza humana de igualdad, sino incluso en la Constitución y muchas leyes internacionales. Por lo tanto, un desacuerdo económico no debería tener el cariz de guerra interna. Pero la convulsión escala, ante la ausencia total de propuesta de diálogo.
Un país sumido en la pobreza y la inseguridad, con esta guerra declarada abiertamente por voceros del régimen, se vuelve un pantano en el que semana a semana sentimos hundirnos sin esperanza. Cabe preguntarnos, si es tan difícil entendernos los humanos, cuando divididos en clases, nadie quiere ceder un mínimo para llegar a algún acuerdo.
Que regresen ya los soldados a sus regimientos, los policías a sus cuarteles, para que campesinos, labriegos y trabajadores vuelvan a empuñar el tractor o el arado y los campos no sean pisoteados por las botas de seres armados hasta los dientes, no sea que terminen matando a su padre o su madre.