Promesas Implícitas
Hay días en que un país entero despierta con el pulso acelerado, como si un presagio se agitara en el aire. Una elección es justamente eso: el rumor de un destino que se acerca, el eco ancestral de un pueblo que vuelve a levantarse sobre sus propias huellas. Y en ese instante solemne, comprendemos que votar no es un acto cotidiano… es heroico.
Porque no solo se marca una papeleta; marca su rumbo; escribe, con manos temblorosas o firmes, un capítulo más en la larga travesía de quienes alguna vez soñaron con libertad. Y qué misterio tan hermoso: esa fuerza que nace en cada corazón, pero que junta forma un océano capaz de mover montañas.
En ocasiones olvidamos que la historia no la hacen los gobernantes, sino los ciudadanos que se atreven a imaginar un país distinto. Los que entienden que la duda también es parte de la valentía, y que la esperanza, cuando parece frágil, es justamente cuando más poder tiene. Esa voz compartida que dice: hemos caído, hemos resistido, seguimos aquí.
Y quizá lo épico no está en la victoria, sino en la promesa implícita: cada elección es una resurrección. Una declaración de que, pase lo que pase, nunca dejaremos de construir un mañana más digno para todos.
