COLUMNISTAS

MÁS DESIGUALDAD EN EL MUNDO

Amigas/os, compartirán conmigo que muchas veces el capitalismo como modo de vida y de producción tiene una capacidad de recomposición tenaz, que hace posible a los ojos individuales y colectivos ver que nunca pierde, que se fortalece; pues se reacomoda haciéndonos perder la perspectiva aquí y ahora de un mundo mejor y hasta nos lleva a pensar que es inviable toda otra utopía u alternativa real de cambio.

Este perverso sistema de vida ha ocupado todos los espacios y ha alineado a los organismos internacionales y a casi todos los países a sus intereses globales. Ojo, el capitalismo depredador hoy es el gendarme mundial, el que alinea a las potencias en los proyectos guerreristas, en la conducción del mundo bajo el paradigma del progreso económico, descuidando el cuidado a la Vida y a todas las vidas.

Recordemos que desde que la mayoría de territorios del mundo y sus sociedades, pasaron a ser parte del mercado y todo se volvió oportunidad de ganancia, las economías de los territorios, de los Estados, y casi del mundo entero, se volvieron gestoras y esclavas de la macroeconomía globalmente integrada y no del bien común.

La crueldad de la acumulación capitalista hace rato que ya alcanzó los niveles más altos de su historia. Solo para recordarnos (y quedarnos con la boca abierta, y enseguida cerrarla y hacer que desde nuestros corazones salga un ¡basta ya!), me permito compartir algunos datos que una ONG seria como Oxfam Intermón, allá por enero del 2015 nos informó:  que el 1% de la población rica mundial controla cerca del 90% de toda la riqueza. ¿Qué tal? Y sigo: 85 personas (Ojo 85 personas) al 2014 tenían el mismo dinero que 3,5 mil millones de pobres. ¡Irracionalidad humana! ¿O no?

¿Qué se ha hecho para disminuir la brecha? ¡Nada!, es más, se ha ampliado desde la recesión del 2008. Luego de la pandemia, los ojos humanos que compasivamente observan la situación actual pueden ver cómo la desigualdad producida por el capitalismo está alcanzando niveles intolerables en todo el mundo. En muchas partes, la crisis en la que nos desenvolvemos no nos ha traído solamente enfermedades, guerras, drogas, corrupción; nos ha traído algo mucho peor: el hambre.

Ahora bien, para darnos esperanza, recordemos que antes, las crisis capitalistas se sucedían en las economías periféricas, -en nuestro paisitos-. Sin embargo, a partir de 2007/2008, y con más fuerza luego de la pandemia, la crisis explotó en el corazón de los países centrales, en los mismísimos Estados Unidos, en Europa, Japón, Rusia y países emergentes. Por tanto, ya no se trata de una crisis coyuntural, siempre superable, sino que esta vez se trata de una crisis sistémica, que, espero de todo corazón, más temprano que tarde, ponga fin a la capacidad de reproducción del capitalismo.

Recordemos también que el crecimiento pertenece a los procesos vitales, pero siempre dentro de unos límites. Así, los seres humanos no crecemos físicamente de manera indefinida. Llega un momento que nuestro crecimiento se detiene y otras funciones toman su lugar. Si esto es parte de la naturaleza, de la forma como se da y se extiende la vida; aceptemos que la esfera terrestre no tolera un crecimiento ilimitado.

No sé a ustedes, pero a mí me parece que el problema no está en la relación entre el crecimiento natural y la naturaleza, sino entre el ser humano y la naturaleza.

Trabajar por una forma de vida diferente a la capitalista, significa que ya sea por conciencia o por destino, debemos producir para atender las demandas básicas humanas y de las otras vidas, pero a partir de una relación respetuosa con la Madre Tierra, respetando sus ciclos y sus límites.

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