El Mensaje del papa León XIV, con ocasión de la Jornada Mundial de la paz, del primero de enero del año 2026, está arraigado en la tradición cristiana y el pensamiento social de la Iglesia. Invita a reconsiderar la paz como una realidad audaz y necesaria, más allá de los límites religiosos y políticos. Resulta especialmente pertinente en nuestros días, cuando la tecnología y la inteligencia artificial han transformado el arte de la guerra, y la responsabilidad humana parece diluirse ante el avance de las máquinas y los intereses económicos privados.
Lo que más resuena es la propuesta de una “paz desarmante”; una paz que nace de la humildad, la apertura y la bondad, y que desafía la lógica del poder y el dominio.
La verdadera transformación social y política sólo puede lograrse si se produce primero el desarme interior: dejar de lado el temor, la desconfianza y la agresividad, para construir puentes y fomentar el diálogo. En este sentido, el llamado a las religiones y a las instituciones políticas es claro: deben prestar un servicio fundamental al mundo, no permitiendo que las palabras y las ideas se conviertan en armas.
La paz no puede ser garantizada por tratados ni por el equilibrio de fuerzas militares, sino por la confianza recíproca, la justicia y el respeto por la dignidad humana. Además, el mensaje advierte sobre los peligros de una época marcada por el fatalismo y la desesperanza. Nos invita a contrarrestar la manipulación y el miedo con iniciativas que promuevan la esperanza, la participación civil y la justicia reparadora. Es crucial, en este contexto, fortalecer los vínculos comunitarios y buscar en la fragilidad humana una fuente de lucidez y cambio.
Finalmente, el mensaje del Jubileo de la Esperanza es una invitación a la acción: a que cada persona y cada comunidad se conviertan en “casa de paz”, y a que el desarme sea primero de conciencia y de corazón.
