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Demanda rota

El desenlace del paro deja varias cosas a escudriñar para los siguientes meses de mucha convulsión política, una de las lecciones más evidentes es la fragmentación de las minorías en su lucha política, división que debe ser resuelta con urgencia si se pretende fortalecer nuestra endeble democracia.

Si bien los movimientos indígenas fueron el eje de las protestas, este análisis también abarca a otras minorías y sectores sociales que, pese a compartir demandas similares, no han logrado articularlas en proyectos o acciones políticas concretas.

La lucha de las minorías se ha basado a lo largo de la historia en nuestro país, de manera más que justa, en lograr reconocimiento político que les permita cambiar sus condiciones de vida. No obstante, un gran poder conlleva una gran responsabilidad: tener la capacidad de ser un actor político determinante no quiere decir haber alcanzado el objetivo, de poco sirve lograr reconocimiento político si las bases no tienen clara una agenda común o si esa agenda política está basada en intereses personalistas.

Un claro ejemplo de ello son los movimientos indígenas, históricamente gestados en contraposición a la clásica constitución del estado oligarca que beneficia a unos pocos. Hoy, gran parte de esos movimientos luchan internamente por la presencia de intereses personales y falta de voluntad política, asemejándose cada día más a lo que originalmente combatían.

Las protestas visibilizan las necesidades, más no cambian las condiciones. El verdadero triunfo se encuentra en transformar el capital político en bienestar colectivo; si los logros benefician a unos pocos, entonces únicamente habremos cambiado de tirano.

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