Del Campo a la Ciudad…Cuando se acaba el Dinero
La ciudad nos induce a cumplir con las normas mentales que el capital impone; hace más de dos siglos, pequeños y medianos productores de Reino Unido, fueron expulsados del campo, muchos de los cuales constituyeron la mano de obra que la revolución industrial requería, sin embargo, también los convirtieron en los esclavos del consumo, que el capitalismo demandaba para funcionar.
Su aplicación fue replicada en la mayor parte de estados del planeta, de ahí el enorme crecimiento urbano que la humanidad experimenta, grandes metrópolis atestadas del bienestar que sólo el modernismo puede brindar, de la mano de la contaminación ambiental que el productivismo y consumismo genera, los barrios marginales y con ello la pobreza y miseria, la delincuencia, el tráfico, la extorsión; en fin, los grandes males que hoy sufre la humanidad.
La ciudad es donde los Gobiernos realizan sus mayores inversiones, ahí se sitúa el consumo, el sitio ideal para satisfacer la desbordante demanda modernista, mientras al campo es olvidado, no es vital para el sistema, al menos es lo que se refleja en Latinoamérica y otras regiones llamadas subdesarrolladas.
La banca no es exigente para entregarte una tarjeta de crédito o de consumo, las empresas no esperan que los busques, ellos te llaman para ofrecerte sus increíbles ofertas, los grandes centros comerciales atraen nuestra mente con sus fastuosos servicios, la meta es el consumo.
Pero qué sucede cuando se acaba el dinero, cuando han colapsado tus tarjetas, cuando los antes amigos ahora son tus acérrimos acreedores, cuando los estados ya no tienen recursos económicos para mantener grandes burocracias, sistemas de seguridad social, condonación de deudas, la culpa no es del ciudadano que se endeudó, son los gobernantes, es el estado, menos el sistema, pues la estrategia es mantenerlo oculto, para que Gobierno tras Gobierno sea el responsable.
