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Cuando las estadísticas hablan por sí solas

El 25 de noviembre es un recordatorio del compromiso para eliminar la violencia hacia las mujeres. En Ecuador, durante el presente año, se han registrado más de 30,000 casos de violencia de género, lo que representa un aumento del 15% en comparación con el año anterior. En promedio, una de cada tres mujeres ha sido víctima de violencia.

El término “feminicidio” se refiere al asesinato de una mujer por razones de género en un contexto de violencia machista. Entre el 1 de enero y el 15 de noviembre de 2025, se han reportado 349 feminicidios, una cifra alarmante que revela la complejidad de la violencia de género en el país. La edad más frecuente de las víctimas es de 30 años, lo que sugiere que las mujeres en la plenitud de su vida adulta son particularmente vulnerables a este tipo de violencia. Este dato se ve agravado por la trágica realidad de que 31 mujeres fueron desaparecidas y posteriormente asesinadas, poniendo de manifiesto la crisis de seguridad que enfrentamos las mujeres en nuestra vida cotidiana.

Según los datos reportados por la Fundación Aldea, el 33% de los feminicidas tenía un vínculo sentimental con la víctima, la violencia no solo se manifiesta en el ámbito público, sino que también se infiltra en las relaciones íntimas y familiares, revelando un patrón de control y abuso que a menudo se normaliza en la sociedad. La intimidad de estos vínculos hace que muchas mujeres se sientan atrapadas, complicando aún más su capacidad para buscar ayuda o escapar de situaciones de riesgo.

El contexto machista que permea nuestra sociedad es un factor fundamental en la perpetuación de la violencia hacia las mujeres. Este sistema de creencias y actitudes, que privilegia la masculinidad y desvaloriza la feminidad, crea un entorno en el que la violencia se normaliza y se justifica. Desde una edad temprana, tanto hombres como mujeres son socializados en roles de género rígidos que refuerzan la idea de que los hombres deben ejercer control y dominio, mientras que las mujeres deben ser sumisas y obedientes.

Este ciclo de violencia y opresión se ve alimentado por la cultura del silencio y la impunidad, donde las denuncias de abuso son minimizadas o ignoradas. Así, el machismo no solo actúa como un contexto en el que la violencia se manifiesta, sino que también se convierte en un obstáculo para la búsqueda de justicia y la protección de los derechos de las mujeres.

Cuando las estadísticas hablan por sí solas, es imperativo implementar programas de prevención para erradicar la violencia hacia las mujeres, dirigidos a cambiar las actitudes que perpetúan la violencia y a fortalecer los mecanismos de protección para las mujeres en situaciones de riesgo.

¿Cuántas mujeres tendrán que sufrir para que finalmente tomemos en serio esta crisis? La violencia contra las mujeres no es un problema privado; es un problema social que nos concierne a todos.

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