Alberto Astudillo, periodista de Ecuador conquistó cima del Everest
Alberto Astudillo, periodista deportivo de Ecuador, vivió una travesía inolvidable rumbo a consquistar la cumbre del Everest.

Alberto Astudillo, periodista deportivo de Teleamazonas, no volvió con una cumbre alcanzada, pero regresó con algo igual de valioso. Una historia escrita con pasos helados, pulmones al límite y la bandera del Ecuador ondeando a más de 6 000 metros de altura.
Astudillo fue parte de una travesía que no admite espectadores. El 6 de abril aterrizó en Katmandú, Nepal, con el montañista Patricio Arévalo. En la mochila, ropa térmica y un sueño de años, poner los pies en la cima del mundo.
Cuatro días después, partieron desde Lukla hacia lo que muchos llaman el techo del planeta. En el camino, cruzaron aldeas míticas como Namche Bazaar, caminaron bajo el filo del oxígeno en Dingboche y desafiaron el frío de Lobuche.
El 19 de abril, Astudillo alcanzó el pico homónimo de Lobuche a 6 119 metros sobre el nivel del mar. Allí, en medio del hielo perpetuo, izó la tricolor ecuatoriana como un acto íntimo de conquista. Era su forma de decir: “Estamos aquí, tan lejos, tan alto, tan vivos”.
El 21 de abril, llegó al campamento base del Everest, a 5 364 metros. Las noches eran de -13°C, los días de esfuerzo incesante. El cuerpo empezaba a marcar sus propios límites.
Tras entrenamientos en el glaciar y días de adaptación, vino el golpe más duro: el 26 de abril, su salud se quebró. El cuerpo no dio más. Fue evacuado a Katmandú y hospitalizado.
Alberto Astudillo contó su historia al subir al Everest
El 1 de mayo, ya recuperado, relató el cierre de esta aventura con serenidad y orgullo. “Estoy agradecido con todo lo vivido. Fueron más de 16 días recorriendo la cordillera del Himalaya y rincones maravillosos”, dijo desde Nepal.
Aunque el médico le ha prohibido volver a la altura, su viaje no fue en vano.
Astudillo no necesitó pararse en la cumbre del Everest para demostrar que los sueños son rutas y no destinos. En cada paso, en cada fotografía, en cada crónica breve compartida desde el hielo, dejó huella de algo más profundo: el valor de atreverse.
Mientras tanto, su compañero Arévalo y otros ecuatorianos permanecen en el campamento base, esperando que el clima les dé una ventana para intentar la cima. Pero Astudillo ya cumplió su parte.
Subió hasta donde el cuerpo se lo permitió y volvió con algo más que cumbres: volvió con una historia que inspira.