LA CULTURA DEL MUNDO AL REVÉS Y NUESTROS GOBIERNOS
Los seres humanos para convivir entre nosotros, desde hace miles de años inventamos la economía, la política, la ética, las religiones y las culturas. Después de inventarlas, no cabe duda de que poco a poco las hemos desnaturalizado y corrompido. Esta alteración y envenenamiento en los últimos tiempos se ha acelerado por el individualismo y la burda competencia, antivalores que interesada y cotidianamente son mostrados inocentes y puros para no dejar al descubierto su perversa finalidad: ¡que uno -o unos pocos- gane y los demás pierdan!
También hemos inventado tecnologías y tecnologías; unas benévolas, que han permitido construir el tejido social de una humanidad que evoluciona y otras, intencionalmente oprobiosas a la vida, destructoras de lo natural y de sus leyes. Con el sentir y actuar competitivo e individualista y con el mal uso de tecnologías, hemos construido (unos más que otros, pero todos) el principio de la autodestrucción.
Una muestra de aquello, es la actual convivencia humana que posiblemente sea la más inhumana y antinatural en la última época historiada de la humanidad, pues no se entiende cómo se puede aceptar que con toda la potencialidad de las invenciones y de los desafíos, aún se inventen guerras fratricidas, se acepten genocidios; se esclavice a seres humanos en la producción de productos suntuosos que enriquecen a una parte del mundo; se deprede a la naturaleza con el afán perverso de seguir teniendo recursos para perpetuar el capitalismo.
Es que no se entiende que, a pesar de los grandes avances científicos y tecnológicos, no se encuentren formas y territorios en donde reinen la equidad y el respeto a la naturaleza. No sé, pero para mí, que sólo sigue ganando el más fuerte, los demás –queramos o no- seguimos de perdedores, o a lo sumo, nos dejamos agregar para subsistir y así no desaparecer.
Si miramos el mundo como un sistema, es decir como un todo, nos daremos cuenta de que nuestro mundo está “patas arriba”, o como diría Eduardo Galeano, este mundo está gobernado por “la escuela del mundo al revés”. Es que, si nos damos cuenta, poco funciona como debería ser, es decir, poco funciona para que participemos todos y para ganar todos, poco funciona para crear sustentabilidad, poco funciona para crear equidad, poco funciona para la libertad poco funciona para convivir en una cultura de paz.
Como casi nada funciona como es debido. La Tierra está enferma, sus hijas/os estamos enfermos, la vida en ella está enferma. ¿Qué hacer para descarrilar este tren que nos lleva sin regreso al abismo? Lo primero, es entender y aceptar que el eje de este mundo indolente es el tipo de economía que lo sustenta, que va acompañada de una cultura de la acumulación privada, del consumismo que nos estupidiza, del extractivismo que fomenta el burdo capitalismo y del saqueo de la naturaleza.
Esta cultura del mundo al revés ha llevado a los gobiernos a ser los instrumentos de las desigualdades entre los seres humanos y a la expoliación a la Madre Tierra. En nuestro caso y en la coyuntura, esta forma de ver, sentir y vivenciar la vida de nuestros gobernantes nos lleva a ser observadores de procesos que pueden conducir hasta el etnocidio (recordemos lo de Imbabura en el Paro Nacional último) y todo para justificar el desarrollismo del que la mayoría de las/os ecuatorianos no queremos abandonar. Queda como anillo al dedo entonces, la máxima que dice: «los pueblos se merecen los gobernantes que tienen»

