COLUMNISTAS

Matices

La doble moral es una espada pulida a medias: brilla hacia afuera, pero se oxida hacia adentro; exige pureza sin ofrecerla, reclama virtud desde un pedestal construido con silencios y conveniencias. Es el arte de juzgar con guantes blancos mientras, en el bolsillo, se guardan las mismas faltas que se condenan.

Vivimos en un mundo que señala rápido y se corrige lento. Un mundo donde la moral se exhibe como trofeo, pero rara vez se práctica como disciplina; y es que la doble moral no grita: susurra. Se mueve en matices, en excusas bien formadas… en la cómoda frase es diferente en mi caso. Pero la verdad, esa que no se maquilla, siempre observa desde el fondo.

Quizás la grandeza humana no está en parecer rectos, sino en tener la valentía de serlo. En sostener la coherencia cuando nadie aplaude, en elegir la integridad aun cuando el beneficio invite a desviarse; porque la coherencia no se improvisa… se forja.

Si queremos un mundo menos cínico, empecemos por un acto sencillo y monumental a la vez: mirarnos completos, sin biseles, ni filtros; aceptar luz y sombra; hablar como pensamos, actuar como decimos.

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