Las autoridades deben promover la seriedad y el respeto hacia lo público con el ejemplo. En Riobamba existe un debate importante: ¿las maneras importan o no? El alcalde John Vinueza ha generado polémicas, entre otras cosas, por su desinterés en la formalidad y el cuidado de su presencia pública. Se le ha criticado de desordenado, desprolijo y, en ocasiones, hasta fachoso. Su defensa es directa: mientras una autoridad cumpla con las cuestiones de fondo —con la realidad estructural de los ciudadanos— la apariencia o la forma de presentarse no es relevante.
Este argumento quizá tendría respaldo ciudadano si los temas trascendentales de la ciudad mostraron mejoras claras. Sin embargo, en una gestión opacada por casos de corrupción y obras poco emblemáticas, comienzan a cuestionarse tanto sus resultados como sus estrategias de comunicación y conducta frente a la ciudadanía.
El pasado 11 de noviembre, durante la conmemoración de la emancipación política de Riobamba, el señor Vinueza afirmó con entusiasmo que no existe cargo más honorífico para un ciudadano que ser alcalde de la ciudad que lo vio nacer. Más allá del discurso romántico, es necesario recordar que quien accede a una responsabilidad de tal envergadura tiene, antes incluso de la obra pública o la política pública, la tarea fundamental de predicar con el ejemplo.
Las autoridades representan a los ciudadanos y no se trata de que la formalidad “importe o no”; es que resulta imposible exigir a la ciudadanía que cuide los bienes públicos —como la aún no inaugurada pileta del parque Guayaquil— cuando las mismas autoridades no muestran respeto por el escudo que juran defender a diario.
No basta con golpes de pecho sobre supuesta honestidad, transparencia y respeto. Para una autoridad que depende profundamente de la confianza de la gente, es imprescindible demostrarlo con acciones y coherencia. No basta con ser; hay que parecer.
