COLUMNISTAS

Críticas y espadas

La crítica es un viejo faro en medio de altamar: no siempre nos gusta su luz, pero sin ella naufragaríamos con demasiada premura. No es un golpe, sino un espejo de agua fría que nos obliga a mirar de frente lo que preferimos dejar en penumbras. Y aunque a veces cala hondo, su propósito no es herir, sino revelar.

En un mundo donde muchos confunden la opinión con una espada, la verdadera crítica es un instrumento de precisión: corta lo necesario sin desgarrar, señala sin destruir, dignifica sin adular. Es el artesano que pule la piedra hasta despertar la figura que siempre estuvo allí, mereciendo ser hallada.

Aceptar una crítica es un acto de grandeza; rechazarla sin escuchar, una renuncia a crecer. Porque quien escucha con humildad se convierte en arquitecto de sí mismo; no somos menos por reconocer nuestras fisuras, somos más por atrevernos a repararlas.

Por eso, cuando la crítica llega; serena, firme, bien fundada; no debemos temerla, debemos honrarla. Es un visitante incómodo, sí, pero noble: viene a recordarnos que la excelencia no se alcanza por elogios, sino por la valentía de confrontarnos. Y solo quienes se atreven a mirar la verdad sin temblar, pueden caminar hacia adelante con la frente en alto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba