COLUMNISTAS

BANALIZACIÓN DEL MAL

El problema del Bien y del Mal fue tematizado por Nietzsche, quien pretendió matar la ética y moral que había predicado que el ser humano debe hacer el bien y evitar el mal. El filósofo alemán planteaba que los hombres superiores no deben respetar los límites sociales ni culturales. Están más allá del bien y del mal. Otra filósofa, esta vez judía, Hannah Arendt describió el tipo de humano que teorías de éstas podrían provocar. Individuos, que se vuelven indolentes ante el mal que provocan. Banalizan sus peores actos, como si fueran inconscientes o, como si tales hechos fuesen naturales o nada graves.

Temo que mucho de esto pasa en el mundo y también en nuestro país. Estos días se habla de los niños de Las Malvinas, del femicidio de Ambato, de la saña con que se persigue a determinados personajes y, a nivel mundial, de infinidad de muertes en Gaza, Ucrania, el Caribe, las fronteras, los cielos y los mares. Y la gente no se sorprende ni conduele; somos gente común, a quienes el dolor de otros ya no hace mella. Si no es indiferente, a algunos les provoca, incluso, una cierta complacencia de que paguen «por lo que hicieron». No se pierde tiempo en averiguar si hay verdad en la narrativa.

De alguna forma, no importa; es apenas la noticia del día. Tan banal como el clima de hoy y de mañana. Pocos sufren esas enfermedades románticas del amor y dolor del prójimo, del dolor del mundo, del temor de Dios, del sentido del deber, de la contemplación del bien, de la estética de los valores, de la responsabilidad civil. Los horrores se vuelven juegos virtuales, y se sueltan amenazas de muerte de personas y naciones como si la supervivencia del más fuerte fuera ya una ley natural. 

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