Ayn Rand y el feminismo
Ayn Rand, pensadora rusa, ferviente defensora del libre mercado y la democracia, si viviese en el siglo XXI, estaría vetada de los círculos feministas. Sí, una de las intelectuales más importantes del siglo XX sería considerada anatema porque los movimientos que promulgan la ideología de género se han convertido en grupillos que se comportan como una secta. Todo aquel que no piense igual es un hereje, y no cualquier hereje, sino de los peores lastres de la humanidad. Como toda secta, también tienen su demonio, el patriarcado capitalista; y, su apocalipsis, el cambio climático.
Rand siempre rechazó la etiqueta de feminista, e incluso llegó a declararse provocativamente machista, a causa de una razón importante: creía que la psicología sexual adscribe actitudes distintivas para hombres y mujeres, actitudes que son sanas para su crecimiento emocional.
Al respecto, el gran Jonathan Haydt, uno de los psicólogos más reconocidos en los últimos años, describe un patrón muy preocupante: en la última década, el porcentaje de crecimiento de la depresión entre mujeres se ha triplicado. Este fenómeno coincide con el fortalecimiento de la idea de que el género no existe, sino que se construye.
Por otro lado, aunque Rand estuvo a favor del aborto, no quita el hecho de que millones de mujeres no lo están. A decir: estas mujeres también están excluidas de las sectas de género. Lo curioso es que los intelectuales no se han percatado (o no han querido hacerlo) sobre el crecimiento de los movimientos conservadores femeninos, el feminismo conservador. Movimientos que promueven la familia, protección a la vida y el sistema de libertades económicas.
