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MEMENTO MORI

Los romanos para evitar que la soberbia de sus generales triunfantes se transformara en desgracia, adoptaron una costumbre muy sabia.

Cuando los conquistadores desfilaban por las calles de Roma recibiendo la adulación del pueblo, estaban obligados a llevar un desconocido a su lado que les susurraba permanentemente: “memento mori” que en latín significa: “recuerda que morirás”.

Se pretendía así que el aclamado general considerase los límites que le imponía su humana naturaleza y se abstuviera de abusar de su poder, cegado por su orgullo.

La muerte es la única realidad inmutable, todo lo demás es efímero y pasajero. La riqueza, la salud, el éxito, son variables que pueden permanecer o desaparecer, pero, de la muerte nadie escapa.

“ … ¡ Vanidad de vanidades, todo es vanidad ! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece …” (Ecleiastes.1, 2-4)

Así de fugaz es la vida humana, por eso el Emperador estoico Marco Aurelio      (121 a 180 DC) sentenciaba: “ …No obres como si fueras a vivir mil años; obra como si el fin estuviera muy cerca …”

Recordar permanentemente que todos moriremos, no debe ser ocasión de angustia sino oportunidad para madurar y cultivar virtudes tan importantes como la humildad, la solidaridad y la constancia.

Humildad para no abusar de una posición de privilegio que además es precaria como la existencia misma; solidaridad para amar y servir a nuestro prójimo en vida, empezando por nuestros seres queridos; y constancia para aprovechar cada hora como si fuera la última de nuestra biografía.

¡ Memento mori !

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