Responsabilidad profesional

Enfoque
Caer en manos de un mal profesional es una contrariedad que se puede transformar en desgracia. Cuando el especialista es ignorante o mentiroso las consecuencias para el cliente son desastrosas y hasta fatales.
Por esa razón, con acierto la Constitución de la República, en el inciso final del Art. 54, claramente dispone que: “… Las personas serán responsables por la mala práctica en el ejercicio de su profesión, arte u oficio, en especial aquella que ponga en riesgo la integridad o la vida de las personas …”.
El mandato constitucional transcrito ha sido desarrollado en parte por el Art. 146 del Código Orgánico Integral Penal, que dispone que la persona que al infringir un deber objetivo de cuidado, en el ejercicio o práctica de su profesión, ocasione la muerte de otra, será sancionada con pena privativa de libertad de uno a tres años, sanción que será de tres a cinco años si la muerte se produce por acciones innecesarias, peligrosas e ilegítimas.
Pero más allá del marco jurídico, cuyo análisis demandaría mucho más espacio que el de esta columna, está el componente ético de la responsabilidad profesional. Sin rodeos, el profesional debe ser íntegro en sus actuaciones, comenzado por la intencionalidad de quien opta por una profesión: ¿Para qué sigo esta carrera? En segundo término está el tema de la preparación adecuada: ¿Estoy realmente capacitado para administrar la confianza de mis clientes? Y en tercer lugar está la honestidad en el trato al cliente: ¿Hablo siempre con toda la verdad a mi cliente y hago todo lo que puede por él?
El buen profesional debe considerar a su título como una herramienta para servir a la sociedad y procurarse un sustento digno, debe prepararse continuamente para desempeñarse cada vez mejor y, finalmente, nunca debe mentir ni ser ocioso en el caso a él encomendado.
Muchas y muy diversas quejas hacemos a diario sobre los males sociales que nos aquejan, pero poco reflexionamos sobre sus causas, entre las cuales una muy eminente es el uso irresponsable y deshonesto que algunas personas hacen de su profesión, arte u oficio, en contraste con los buenos profesionales, artesanos y trabajadores cuya labor merece toda la consideración y respeto que se le debe a un pilar fundamental de la sociedad.
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